domingo, 28 de diciembre de 2014

LAS PÉRDIDAS ECONÓMICAS OCASIONADAS POR LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN LA CIUDAD DE ARCOS DE LA FRONTERA, 1805 -1812. José Manuel Astillero Ramos Geógrafo, M.B.A. Diputación Provincial de Cádiz. Sin duda fue éste el acontecimiento más importante del siglo XIX en su conjunto, por las consecuencias que tuvo en todos los órdenes de la vida de esta población; centrándonos en la economía, donde pueden objetivarse muchos de los efectos que tuvo, el impacto que supuso fue de magnitudes extraordinarias, perdurando sus secuelas aún a finales de este siglo. Las características de la situación económica de Arcos de la Fronte¬ra, hacia 1805, las desvela la obra del que fuera su Secretario y Notario, D. Mateo Francisco de Rivas, “Memoria Histórica de la Ciudad de Arcos de la Frontera”, premiada por la Real Academia de la Historia de Sevilla, en Junta celebrada el 18 de Julio de 1806 y publicada por El Arcobricense en 1901, en la cual se ofrece un gran compendio de datos sobre los sectores económicos que él llama “Reynos” (Vegetal, Animal y Mineral) y “Fabricas”; si bien, es imposible verificar, con la documentación que se ha conservado, la ingente información que aporta esta obra, se puede aceptar en su conjunto como una valoración numérica del estado de estos sectores económicos, en aquella fecha y por aquella época, porque es coherente con la estructura económica y con la coyuntura que atravesaba; el valor de esta obra, radica también en que nos ofrece una imagen muy detallada que, con el desarrollo de los aconteci¬mientos, quedaría como testimonio de lo que puede considerarse el final de una etapa de su historia. Es conveniente comentar que la proliferación de datos que se mues¬tran en este artículo tiene por misión dar una idea de lo sustantivo del sistema económico existente antes de esta guerra en Arcos de la Frontera, pero que bien puede servir de representación de lo que era característico, en aquel tiempo, en esta peculiar comarca de campiñas y presierras; ha de servir tam-bién como marco de referencia para situar la valoración que se hizo en los informes sobre pérdidas y exacciones, así como comprender mejor el alcance y significado de éstas. Algunos aspectos socioeconómicos de Arcos de la Frontera, en los años previos a la guerra de Independencia. La Ciudad de Arcos de la Frontera, su población y economía, en los años anteriores a esta guerra, gozaba de cierta importancia en el sistema de ciudades de la Provincia de Sevilla (que reunía, aproximadamente, a las ac-tuales provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva); a mediados del siglo XVIII, se situaba entre el 7º y 10º lugar, entre las ciudades y villas de esta Provincia; a finales de este siglo, destacaba por el volumen de su producción agrícola, ganadera y manufacturera, así como por el número de sus vecinos y habi-tantes, no obstante, había perdido parte de su influencia comarcal frente a la creciente potencia de Jerez de la Frontera, atravesando similares problemas que otros “grandes Pueblos” del Valle del Guadalquivir y de las Sierras, em¬pobrecidos por su estancado sistema productivo, la enorme carga contribu¬tiva que soportaban los vecinos (excluidos eclesiásticos y nobles), el endeu¬damiento de las haciendas locales y ensombrecidos por la influencia de otras capitales y ciudades emergentes. El vecindario de Arcos había ido decayendo, desde mediados del siglo XVII, a cuenta de las epidemias de pestes y otras enfermedades, las guerras con Portugal y de Sucesión, la mayor frecuencia de grandes lluvias y sequías que arruinaron las cosechas, la presión financiera sobre los ayuntamientos y la fiscal sobre la población que pagaba los impuestos, el pueblo llano, así como por otras causas; a mediados del siglo XVIII, su vecindario era muy semejante en cuanto a número de vecinos, al que había hacia el año de 1640, un periodo en el que se alternaron etapas de acentuado declive poblacional con otras de ligero aumento. Pero aún con esto, hacia el año de 1759, la po¬blación de Arcos ocupaba un lugar destacado, posición nº 20, entre las más pobladas del Reino de Castilla, por delante de muchas otras que serían ca¬pitales de provincia, contando entonces con 2.779 vecinos; casi medio siglo después, según el Censo del año de 1802, se habían reducido a 2.681 vecinos y 9.894 almas, una media de 3,7 habitantes por vecino, que dejaba entrever la estrecha composición que tenían las familias, donde abundaban además de las viudas y viudos un elevado número de jóvenes menores de 14 años (el 32,8% del total de la población); su vecindario se había mantenido, aunque con algunas pérdidas, en esta segunda mitad del siglo. En lo agrícola, Arcos había sido un importante granero del valle del Guadalete y de la Provincia de Sevilla, y lo seguía siendo antes de la invasión de los ejércitos franceses; ejercía como centro de producción de granos y semillas, con “50.000 fanegas” de tierras (Rivas, p. 52), la mitad de la exten¬sión del término municipal, de las cuales se sembraban cada año una media entre “17 y 18.000 fanegas”, según estimación de este historiador, dando idea de la importancia del descanso que se le daba a la tierra y de sus posibles rendimientos, sin embargo, más de la mitad de aquellas eran consideradas de primera calidad y sólo descansaban un año; contaba con un importante y muy antiguo Pósito de granos, alojado en un magnífico edificio situado en la Corredera, que aún subsiste transformado en otro uso. En un año de tipo “medio” se recogían “79.640 fanegas de trigo” (Rivas, pp. 76 a 80), una media de 4,36 fanegas de trigo por fanega sembrada lo que quedaba por debajo de la media de 5,5 que sería la señalada en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, en 1752, y cuyo precio de venta había subido desde los 20 rea¬les, en este año, hasta los 90 reales, hacia el de 1805, si bien este alto precio fue coyuntural por efectos de la epidemia de fiebre amarilla del año anterior, afectando a éste así como a lo recogido como producto de esta cosecha; si¬milar incremento había tenido el precio de la cebada, que costaba 52 reales la fanega, y de la que se recogían “20.956 fanegas”, a una media de 10 fanegas de cebada por fanega de tierra sembrada; eran importantes las producciones de habas “3.615 fanegas” y de garbanzos “2.321 fanegas a 79 reales” y, en menor medida, de otras semillas como los alberjones “1.458 fanegas” a “50 reales”, es¬caña, maíz, yeros, guijas, altramuces y lentejas, éstas las más cotizadas, a “120 reales la fanega”. Sus producciones de “vino 10.247 arrobas y aceite 10.000 arro¬bas” eran cortas para el abasto de la población y tenían que importar de otros lugares, no así la de frutas que eran abundantes y variadas, así como causa de una importante contribución económica a la producción agrícola: un total de “1.478.695 reales”. Los deforestados montes aún producían “20.000 arrobas de carbón y de cortezas” para el curtido de pieles, además de cantidades de leñas, picón y maderas; la producción de bellota alcanzaba una cifra aún considera¬ble, “78.392 fanegas”; y las plantas que abastecían de materias a las manufac-turas del Pueblo, como la palma (del palmito), el esparto, el zumaque (látex viscoso que se extraía de una planta hoy casi desaparecida, rhus coraria, cuyo tanino se usaba en el curtido de pieles) y el cáñamo, se cosechaban con cierta abundancia. En conjunto el producto anual, en 1805, por este “Reino vegetal era 11.874.677 reales”, de los cuales “8.257.312 reales” derivaban del trigo y la cebada, lo que no dejaba duda de la importancia cerealera de Arcos de la Frontera pocos años antes de esta guerra. Conviene apuntar, no obstante, que se conocieron otras circunstan¬cias que ponían de relieve la decadencia de esta agricultura: los acuciantes problemas en el mercado de trabajo y la falta de capital entre los labradores arrendatarios, eran exponentes de las dificultades por las que pasaba el sis-tema de producción agrícola; noticias como las siguientes dan idea de estos avatares: - las solicitudes de “socorro a los jornaleros constituidos en deplorable estado por la calamidad del año” ( AHPCa, Sección Gobierno Civil, Caja 192), que se formulan desde el Concejo de Arcos en 1804 , año en el que se padeció ade¬más una epidemia de fiebre amarilla (Citada por Mancheño en “Apuntes ...” p. 619); este acuciante problema era ya bien conocido, produciendo notorias revueltas sociales en el año 1750. - La larga lista de labradores morosos, “425 personas”, que no pagaban el impuesto correspondiente al Caudal de Propios desde 1795, adeudando en total 65.777,30 rv en agosto de 1807 (AHPCa, Sección Gobierno Civil , Caja 192); unos datos que vienen a anular los beneficios de los repartos de tierras de los propios y del común de los vecinos, realizados entre 1767 y 1770. -Y la “petición” de 25 labradores, que juntos representaban a 6.998 fanegas de tierra de los Propios de Arcos de que “se les hiciese rebaja de la tercera parte que respectivamente pagan de renta” por las malas cosechas, es decir, reducir los 79.178 rv, que venían pagando, a su tercera parte, 26.389,29 rv, de for¬ma que los grandes arrendatarios se defendían de las contribuciones a pagar transparentando cansancio y merma en su liquidez de capital. La agricultura en su conjunto seguía siendo el principal sustento de la población y de la economía pero daba muestras de su crisis, de su em-pobrecimiento y estancamiento, que afectaba al conjunto de la población vinculada directamente con la agricultura, a jornaleros, profesionales de la labor, arrendatarios y propietarios de tierras agrícolas y, en consecuencia, al resto de la sociedad; se había llegado a un punto en el que no era posible ampliar la extensión de las tierras cultivadas, los rendimientos en especies eran bajos y muy variables, con graves problemas de abastecimiento cuando una o varias malas cosechas se sucedían y otros derivados del hecho de que los arrendamientos debían de pagarse inexcusablemente y en dinero; la des¬igual distribución de la riqueza y el inmovilismo de la propiedad de la tierra, dependientes de vínculos, mayorazgos, capellanías, etc., anclaban el sistema productivo al pasado, invalidándolo para atender las necesidades de la pobla¬ción. La ganadería arcense, que había sido el principal sector económico durante los primeros siglos de la dominación castellana, mantenía una caba¬ña numerosa y diversificada en los primeros años del siglo XIX, semejante a la que tenía a mediados del siglo anterior a éste (Estados Generales del Catastro de Ensenada, año 1755), pudiendo afirmarse que era un sector de producción y composición estable, también en la distribución de la propie-dad, con pocos pero grandes ganaderos. Es de observar que las cifras que recoge Mateo F. de Rivas, sobre el número de cabezas de ganado, pueden considerarse subestimadas o menores que las reales, en base a otras fuentes de información. La cría caballar seguía siendo una actividad prestigiosa, por la calidad de sus caballos y yeguas, siendo famosos los criados por el Duque en la dehe-sa del Higueral, en el siglo XVII, que eran llevados a la Corte y servían para la remonta de los ejércitos, y después, mediados del siglo XVIII, los que criaron los Jesuitas de Arcos, a los cuales se le quitó el mérito de esta cría al llamar a la estirpe que crearon “caballo cartujano”, en alusión a la Cartuja de Jerez de la Frontera; en los primeros años del siglo XIX era una actividad en alza, con un claro crecimiento del número de cabezas de las que tenía en 1805, nada menos que 2.413 (AMJF, Expediente de Cría Caballar, 1805), bastante más de las que cifraba Mateo F. de Rivas “1.814 cabezas” (pp. 72); en cualquier caso, la ganadería caballar arcense se situaba entre las más numerosas y afa¬madas de la Provincia de Sevilla y del Reino de Castilla; contaba con más de cien criadores casi todos ellos entre los más hacendados de la población. La cabaña porcina, siempre de difícil contabilidad por su variación a lo largo del año, había sido, y lo seguía siendo, la más lucrativa de todas por diversas circunstancias, entre las que pesaba mucho el bajísimo precio en el que se arrendaban los llamados “troncos” de bellota, que eran de propiedad del común de los vecinos; a principios del siglo XIX, alcanzaba cifras rela¬tivamente elevadas “7.642 cabezas”, aunque no de tanta consideración como tuvo en los siglos anteriores: hacia 1640, superaban las doce mil cabezas; su tocino era lo más consumido por la población, no así su carne, que quedaba para los más pudientes. El vacuno, por el contrario, había ido aumentando su número de ca¬bezas a cuenta de la extensión de la agricultura y su empleo en las labores y el auge de la Fiesta de los Toros y, en consecuencia, del ganado bravo, hasta convertirse en el sector más importante por su elevado número de cabezas y por su aprecio medio, siendo en su mayoría bueyes domados para la labor de la tierra y el trasporte, cuyo precio medio de venta era de “750 reales”; Ri¬vas señala que había , “6.550” reses vacunas aunque es posible que también estuviera subestimado ya que, en 1787, eran “8.535” (AMAF, Demanda de Bornos), una diferencia muy abultada difícil de argumentar y justificar por circunstancias productivas. La cría lanar había venido a menos, quedando, según Rivas, “7.500”, aunque posiblemente este dato estuviera subestimado o fuera coyuntural ya que lo normal era que esta cabaña tuviera entre 20 y 40.000 cabezas: en el año de 1787, según relación del Contador de Cuentas había 30.414 (AMAF, Demanda de Bornos), y cuya producción lanera se llevaba a los telares de Grazalema, de donde volvía ya tejida. Las unidades ganaderas o el peso en vivo que representaban a toda la cabaña en 1755 y 1805, eran muy similares, con un ligero descenso para este último año, indicativo de la estabilidad de este sector productivo y del techo alcanzado. La importancia de la ganadería arcense en el conjunto de la Provincia de Sevilla era muy notoria, situándose en la posición entre las diez primeras (de las 175 ciudades y villas de ésta), con una cabaña formada por entre 40 y 50.000 cabezas de ganado, semejante a la que sumaban las de Villamartin, Bornos y Espera: el valor anual de su producción media, los cifraba Rivas, en “1.439.257 reales”, mientras que si se hubiese vendido toda cabaña existente el capital que suponía este total ascendía a “8.620.304 rea¬les”; cifras elevadas aunque, como se ha visto, resultarían bastante inferiores a las de otras estimaciones. La actividad manufacturera se había transformado en la segunda mi¬tad del siglo XVIII, dejando atrás la producción de sombreros, jabones y brea pero acrecentando en gran medida las manufacturas de curtidurías, “doce de color” (M.F. de Rivas, Memoria histórica,..., pp. 85 y 86), y algunas otras de blanco, cuyo desarrollo se inicia a partir del año 1784 bajo la iniciativa de D. Fernando García de Veas; una actividad muy importante por el capital que producía con su comercio, en especial, de suelas para zapatos, que se vendían por toda Andalucía, y otros productos para la guarnicionería de los animales de monta y tiro. El capital bruto que producía, “6.137.610 reales”, segundo en importancia, tras el del “reino vegetal” y muy superior al del “animal”, ori¬ginaba importantes gastos en salarios y en materias primas, y conseguía los mejores rendimientos económicos, tasa de 39,1%; estas curtidurías, supu¬sieron una iniciativa extraordinaria para la economía y la población arcense, evitando que su decadencia fuera más profunda. Por último, hay que hacer notar que la Feria de Ganados de Arcos se había suprimido en el año de 1754, para no perjudicar a la de Villamartin, quedando reducida a una especie de velada que se celebraba el 5 de Agosto “en que suelen venir algunas platerías, y tiendas de mercería y quincalla” (M.F. de Rivas, Memoria histórica,..., p.86). En conjunto la producción media de un año del conjunto de los tres reinos (Vegetal, Animal y Mineral) y las “fabricas”, según la obra de M. F. de Rivas, sumaban, aproximadamente, unos veinte millones de reales (19.623.094); una cifra que, a pesar de que se puede considerar bastante infe¬rior a la real, puede servir de referencia y ayuda para comprender las cuentas que se hicieron en Arcos sobre lo que le costó y se perdió con la guerra de Independencia, en estas materias. Es interesante tener presente también algunos aspectos estratégicos y de conformación de esta Ciudad para argumentar la elección de este empla-zamiento como guarnición de tropas francesas. Estratégicamente, el Castillo y la Ciudad de Arcos de la Frontera, había perdido también relevancia: su encrespado y accidentado emplazamiento y la pésima calidad de la red de ca¬minos, habían mermado esta cualidad, quedando como único valor, el con¬trol del paso del río Guadalete por un frágil puente de madera, aunque era el más transitado aguas arriba del Puente de la Cartuja; un río con continuas y feraces inundaciones que llevaban apareada la destrucción del puente de madera, a veces año tras año. Pero no hay que ocultar que esta Ciudad era y es un puesto de especial importancia para la observación de lo que pasaba en los pueblos aguas arriba del Guadalete, en la campiña y en la sierra gaditana, desde Bornos a Zahara de la Sierra y desde Ubrique a Grazalema, convertida ésta en refugio de las partidas guerrilleras y de la milicia nacional. Arcos pa¬saría a ser, en los años de esta guerra, un enclave militar de segundo orden en la línea de defensa del ejército francés, montada sobre el curso que describe el Guadalete, siguiendo hasta Olvera. Arcos había sido el lugar de acuartelamiento temporal de numerosas tropas de muy diferentes nacionalidades (incluida la francesa), según las cam-biantes alianzas de la monarquía española durante el siglo XVIII, que hicie-ron continuos movimientos para la vigilancia y defensa de la costa, desde el estrecho de Gibraltar a la desembocadura del Guadalquivir, por lo que era una ciudad bien conocida en sus aspectos militares; su frecuente presencia en esta Ciudad, lo cual motivaba problemas de diversa índole, incluso de graves enfrentamientos armados con la población, como los ocurridos en 1720, en el que hubo 40 muertes, hacía que la presencia de tropas acuarteladas fuera algo bastante normal en la vida de la población. La magnitud de su caserío, ni grande ni pequeño, podría considerarse como un atractivo para la ocupación napoleónica; tenía “1.205 casas habitadas” y, relacionadas con la continua presencia de tropas en tránsito y del trasiego de los habituales arrieros, “seis posadas para pasajeros”; junto a éstos, algunos edificios de gran tamaño: los ocho conventos y sus dos iglesias parroquiales, capaces para servir de alojo y almacén a una guarnición militar. Además, su situación, a una jornada de camino de la Bahía de Cádiz, convertida en el principal teatro de operaciones bélicas desde los inicios del año de 1810, por ser esta, junto con Tarifa, los dos únicos enclaves que fal-taban por reducir o conquistar a los ejércitos napoleónicos; así mismo, esta plaza servía, como en otros tiempos, para la salvaguardia de Jerez y Sevilla donde se encontraban sendas sedes del gobierno francés; estas circunstan-cias hacían de Arcos un enclave de particular interés militar; su ocupación tendría un doble objetivo: el suministro y abasto de víveres y productos para el contingente global de tropas francesas en esta región: aproximadamente unos 28.000 militares; de otra parte, Arcos era de interés militar para los franceses para contener a la ofensiva de la milicia nacional y a las partidas guerrilleras, instaladas en las sierras de esta parte de la región y, llegado el momento, servir de retaguardia y defensa de la vía de escape de las tropas, primero hacia Antequera y después hacia Valencia y los Pirineos orientales. El 3 de Febrero de 1810, Arcos de la Frontera recibía las primeras tropas francesas, mandadas por el General y Barón Bouvier des Clats, con tres regimientos de Dragones, con el fin de desarmar a la población y dejar su primera impronta con el asalto y el pillaje, “hasta el extremo de tomar cuanto veían en sus alojamientos, tiendas de comercio, tesorería y fondos públicos” ( M. Mancheño, Apuntes,…, v - 2 p.12); comenzaba con ello otro dramático capítulo de la historia de esta ciudad, abatida por los efectos de las epidemias de fiebre amarilla de los años 1800 y 1804, en los que murieron al menos 554 personas. Los efectos y consecuencias de la guerra de Independencia y de la ocupación francesa de Arcos de la Frontera. El informe oficial que se hizo sobre todas las exacciones y daños que se causaron por esta guerra, era un intento por traducir en dinero una rea¬lidad muy compleja, de la que se dan sólo algunos detalles; es una relación oficial pero no sabemos hasta que punto son ciertos los datos que contiene ni como se valoraron y, desde luego, es de sospechar que, en esta lista, no estarían todos los daños y pérdidas originadas por este conflicto; es posi-ble también que, en algunos casos, se valoraran aquellas por encima de lo real; por otra parte, se puede pensar que en esta relación se contemplaron exacciones que afectaban a las poblaciones que correspondían al distrito de Arcos (Bornos, Espera y Villamartin, y por tanto, también a Prado del Rey), sobre las que debía repartir las elevadas e inesperadas peticiones de víveres y material que hacía el ejército francés desde Jerez de la Frontera, convertida en centro logístico de abastecimiento, “Comisión Central de Subsistencias” y capital de una “Prefecture”, reparto que causó ciertas desavenencias entre las autoridades del ayuntamiento de Arcos y el de Villamartin; lo que le tocaba a cada municipio el ayuntamiento debía responsabilizarse de la entrega, ha¬ciendo el repartimiento entre el vecindario y aportando sus propios caudales. En conjunto, las cuentas que se muestran a continuación, son, además de un documento oficial, una representación de la magnitud de los recursos que sufrieron el impacto de esta guerra y de las dificultades de todo tipo que ésta originó en el sistema productivo y en la vida y actividad de la población. Con los inicios de esta guerra, se produjo un primer alistamiento que fue a combatir en la Batalla de Bailén, a donde se mandaron 469 hijos de Ar¬cos, y se trajeron más de un millar de prisioneros franceses (lo que suponía una cifra muy elevada para ser soportada por una población que se acercaba a los 10.000 habitantes), que, contagiados por la fiebre tífica, acabarían siendo encerrados en el lazareto constituido para ello en el Cortijo de Fain , y alimentados como se pudo durante un año y en medio de la hambruna generalizada de la población. Por ello y por otras circunstancias la Batalla de Bailén se vivió en Arcos como un acontecimiento propio, y digno de su historia, abriéndose con ello las páginas de aquellos años desdichados de la guerra de Independencia. La población arcense, si bien no opuso especial resistencia a la ocupa¬ción, con lo que se evitó un baño de sangre, sí participó de forma decidida en la partida que levantó D. Antonio García de Veas (insigne personaje arcense), la cual consiguió notables éxitos en su hostilidad hacia las tropas napoleó-nicas; las entregas de víveres, caballerías y utensilios que se hicieron a esta y otras partidas, fueron igualmente cuantiosas. La movilización de una parte de la población masculina para inter¬venir en la contienda, llegaría a afectar a un número importante de jóvenes, que debió rondar el millar, enrolados tanto en la milicia nacional como en las partidas guerrilleras; de la misma manera también debió ser elevado el núme¬ro de arcenses que tuvieron que trabajar de forma esclava en las obras que realizaron en la ciudad y en el transporte de víveres, municiones y material bélico; junto a estas afecciones hay que señalar las dificultades que conocie-ron los trabajadores para faenar en los campos y cuidar de los ganados, de manera que la actividad productiva se vio mermada, por estas circunstancias, muy gravemente. Las gentes de Arcos se resignaban a soportar las inclemen¬cias de esta ocupación militar, sin llegar a colaborar con los franceses que no pudieron formar la “milicia cívica” que ansiaban; la violencia impuesta en esta ocupación conseguiría que, salvo excepciones, la población celebrara el final de ésta y de la guerra; la liberación, hizo celebrar con especial júbilo, el 29 de Septiembre de 1812, la Jura de la “Constitución Política de la Monar¬quía Española”, promulgada en Cádiz, el 19 de Marzo de este año. Los efectos que causó la guerra en el sistema económico de esta Ciu¬dad fueron de una enorme trascendencia; ello fue característico también de lo que supuso para la nación española, como puso de manifiesto el profesor M. Artola en su obra “La burguesía revolucionaria (1808-1874)” (1975. Co-lección Historia de España Alfaguara, Tomo V.), al considerar que “durante las cuatro primeras décadas del siglo [XIX] el desarrollo español resultó fre-nado por las pérdidas humanas y económicas de la guerra de independencia” (Artola, op. cit., p.78), sin embargo, en esta localidad los problemas abiertos con esta guerra tendrían un efecto más prolongado. A la pobreza reinante se le sumaron los desastres de la guerra, que generó pérdidas cuantiosísimas de capital y bienes, originadas por los sumi¬nistros a las tropas nacionales y francesas, los robos y la merma, por destruc¬ción, de los recursos y medios de producción, con la pérdida de gran parte de las tres cosechas de esos años; el resultado sería un cuadro de ruina y miseria. La dimensión de este desastre se revela en las cifras que aporta la rela¬ción oficial, realizada en 1815, de todas las exacciones y daños causados por la guerra (M.Mancheño lo recoge en sus Apuntes ..., v-2, pp. 20 a 22), en la que se anotan pérdidas en concepto de “suministros” por una cantidad de 32.230.166 reales, de los cuales 18.967.611rv corresponden a los aportados a las tropas francesas en las que se incluyen 2.394.000 rv por “batidas y robos” y “1.920.000 reales en madera y deterioro”; para el sostenimiento de las par¬tidas y tropas nacionales se gastó un total de 13.162.555 rv , de los cuales un millón los gastó la Junta Local de la Ciudad. Pero en este Informe se hace una primera advertencia, en la que se expresa: “que además del importe de estos suministros hay que agregar la baja líquida originada en los estados de riqueza del pueblo, de resulta de las circunstancias, lo que aparece del siguiente : Plan de pérdidas En granos y semillas 7.449.070 En líquidos 1.009.880 En ganado yeguar y caballar 2.327.500 En id. de carga 5.015.000 En id. de vacuno 33.344.000 En id. lanar 9.700.000 En id. cabrío 660.000 En id. de cerda 1.796.000 En arbolados 4.249.000 Suman las partidas 65.550.420 Suman suministros a los franceses 18.067.619 Suman suministros a los españoles 13.162.535 Total general 96.780.616” (Apuntes,... v-2, p.. 21 y 22) Y en una segunda advertencia de este “Plan de pérdidas”, prevenía que “hubo otras pérdidas en esta época, que no pueden reducirse a cálculo, así de los daños causados con los costos del puente, como de la siega de la cementera para forraje, y robos clandestinos de aves y mantenimientos padecidos en la misma y que produjeron la escasez de especies, que estas subieron a un precio escandaloso, y que se viese reducida la mayor parte del ve¬cindario a sólo el alimento de raíces y yerbas, naciendo aquí el hambre y peste de 1812” (Apuntes,... v-2, p.22). Aunque se desconocen los detalles de estas valoraciones, es presumi¬ble que se hicieran cronológicamente, anotando cuando se producían, por lo que los precios aplicados tenían que ser los de cada momento, los cuales fueron subiendo de forma acelerada desde el principio de la ocupación hasta mediados del año de 1812: en una tabla de precios de las raciones suminis¬tradas a las tropas francesas, recogida por F. Romero Romero (Guerra de la Independencia: Villamartin, 1808-1813, p. 141), en diciembre de 1810 se ta¬saba la ración de grano entregada por esta Villa a las tropas francesas, en 136 maravedíes (4 reales) pero en Enero de 1812, esta misma ración costaba 408 maravedíes (12 reales), por que el precio en esos 14 meses se había triplicado; esta subida parece justificar que el precio de los víveres los tildara, el informe anterior, de “escandaloso”, dadas las circunstancias de la guerra, condenando a la población a la hambruna. La cuenta de este informe, es así suma de tres partidas generales: lo entregado a los franceses, a los españoles y un cómputo general de perdidas en la riqueza productiva de las tierras y el ganado, por lo que no se incluyeron las ocasionadas en la industria manufacturera; tampoco se hace mención, al menos explicita, de los provocados en el casco urbano, que fueron cuantio¬sos por las demoliciones realizadas en la plaza de la iglesia de Santa María y el deterioro de iglesias, conventos y otras edificaciones, así como la desapari¬ción de objetos de arte de éstas y otras edificaciones. En cualquier caso, la magnitud total de las pérdidas que señala esta estadística en la Ciudad de Arcos de la Frontera, era de una enorme cuantía, 96.780.616 reales, redondeando, “unos cien millones de reales”. Como se vio anteriormente, lo que la Ciudad producía de media un año, según Rivas, previo a la guerra de Independencia, eran unos veinte millones de reales; desde el 3 de Junio de 1808, en que se constituye la Junta Local de Arcos, y el final de la ocupación de los invasores, 25 de Agosto de 1812, habían transcurrido poco más de cuatro años; multiplicando, se ten-dría un total cercano a los noventa millones de reales; sin embargo, el valor de este producto medio, en tiempos de paz, debió multiplicarse durante los años de guerra, como se ha señalado, por efecto de la enorme subida de los precios, de manera que el valor de lo producido en un año, estimado con precios anteriores a esta guerra, en veinte millones de reales, resultaría tener un valor muy superior. En este cómputo general de pérdidas las había recuperables e irrecu-perables: en las primeras, las que mantenían la integridad del medio produc-tivo, como las tierras cultivadas, que volvieron a rendir cada cosecha, aunque tardarían en volver a sus producciones y precios normales, efecto que aún no se había logrado hacia 1818, cuando el precio medio de la fanega de trigo seguía siendo alto, “60 reales” (Sanz Trelles A., De León Morgado, M.J., Vi¬llamartin, 1987, p. 76), cuando en los primeros meses de la ocupación estaba en “40 reales” la fanega (F. Romero Romero, Guerra de la Independencia, 1808-1813, p. 105); entre los irrecuperables, los que con la destrucción de ga¬nados y arboledas, hacían imposible que volvieran a producir; serían éstos los de mayor trascendencia, socavando el desarrollo de numerosas actividades, algunas de las cuales llegarían a desaparecer y otras tardarían en recuperarse. Sin duda, las peores pérdidas, en Arcos, se concentraron en la gana¬dería por la práctica desaparición de las diferentes cabañas; aunque no se han conservado censos ganaderos inmediatamente posteriores al final de esta guerra, baste señalar que, de los anteriores 65.550.420 reales de pérdidas en la riqueza agropecuaria, nada menos que 52.842.500 reales, procedían de la merma de la cabaña ganadera; el impacto de la guerra en la ganadería arcen-se fue letal, lo sintetizaba Miguel Mancheño, exponiendo que “acabó con la ganadería, de la que no quedan ni las reses indispensables para la labor” (Mancheño y Olivares, M., Riqueza y Cultura de Arcos de la Frontera, v- 2, p. 194.); el ganado sirvió de alimento de las tropas y de remonta y aprovisionamiento de sus caballerías, tanto de asalto como de tiro. La guerra supuso la desapa¬rición de la ganadería brava y de las vacadas, extenuándose hasta la cabaña de bueyes para las labores agrícolas, sumando las pérdidas en esta especie en 33.344.000 reales, las dos terceras partes de lo perdido en el conjunto de la cabaña ganadera. Los numerosos y “famosisimos” caballos de Arcos, que¬daron reducidos a unas pocas yeguas y potros: el esplendor que gozó esta caballería desde tiempos de la reconquista y muy especialmente, durante el siglo XVIII, sencillamente “pasó” a ser un recuerdo; nos faltan datos de la cría caballar posteriores a la invasión, los más cercanos encontrados en el Archivo Municipal, datan de 1861, en el cual la relación de personas “criadores de yeguas y caballos”, casi medio siglo después, sólo eran 46, frente a las más de 110 que había en 1805; sus efectos, a finales del siglo XIX, llevarían a Mancheño a señalar que “algunos ganaderos a fuerza de costosos sacrificios van consi¬guiendo sacar hermosos potros, no son ya los primeros de Andalucía, puesto ocupado hoy por los de algunos labradores jerezanos” (Riqueza,... v-2, p. 194). El ganado lanar, tan importante en otras épocas, es presumible que desapareció al calculares una pérdida en la riqueza de 9,7 millones de reales, segunda en importancia total, por la carne, leche y lana que producían, perdiendo con ello sus razas productoras originarias, desarrolladas a través de un largo pasado; simila¬res consecuencias tuvo esta guerra sobre la cabaña porcina, tan prodigiosa en beneficios como importante en la alimentación de la población y en el aprovechamiento de la bellota, contabilizándose unas pérdidas en la riqueza producida de 1,8 millones de reales. En conjunto, la ganadería creada a lo largo de una dilatada época, desaparecía, y con ello un patrimonio cultural irrecuperable. En esta categoría quedaban también las pérdidas que se había produ¬cido en las arboledas de todo tipo, valoradas en 4.249.000 reales, una canti¬dad muy elevada que afectaría a un gran número de árboles, dado su común bajo aprecio: en el año de 1822, los árboles de bellota, se valoraban en poco más de 16 reales de media por árbol; la población de pinos, por su condición de principal abasto de madera, debió sufrir un fuerte quebranto y casi des-aparecer del paisaje: sus numerosos pinares, con un total de 59.950 pinos en 1786, ya no se citan en las descripciones del término realizadas hacia media¬dos y finales del siglo XIX; en los árboles de fruto de bellota, los daños cau¬sados y sus pérdidas debieron ser también cuantiosas, aunque imposibles de reconocer: en el año de 1786, según el Libro de Montes Arbolados (AMAF, C. 324), el Visitador de Montes, los resumía en un total de 304.093 árboles de bellota (encinas, quejigos y alcornoques), en el término, pero en 1822, en un censo sobre los Montes del Común de los vecinos, sin contar el Monte dehesa de Atrera, que era del Duque, sumaban 66.278 árboles, por lo que la reducción de este arbolado en esos años debe suponerse fue muy notoria y, en buena parte -cabe como hipótesis-, debido a los efectos de esta guerra, ya fuera por robos y cortas de madera y leña, como por los incendios, que sirven para justificar las pérdidas reflejadas en la estadística. La actividad agrícola se recuperaría con las cosechas siguientes aunque al vaciarse los graneros de su Pósito, se imposibilitó el préstamo de trigo y cebada para las sementeras; las labores se resintieron por la misma falta de bueyes para este menester, por lo que las cosechas de granos y semillas tar-daron en recuperarse, en volver a sus producciones anteriores a la guerra; asimismo, la diáspora que se había producido entre la población masculina hizo descender la fuerza de trabajo disponible para las labores del campo; peores consecuencias tuvo esta guerra en la capitalización de la agricultura, como consecuencia de las pérdidas en las cosechas de los años que duró la ocupación militar, los robos y los continuos pagos que tuvieron que hacer para el sustento de las tropas francesas y nacionales. Las fábricas de curtido trabajaron para abastecer gratuitamente de cal¬zado y aperos a las tropas francesas; sus ricos propietarios, la familia “Veas”, habían tenido que contribuir a las exacciones dinerarias de las tropas fran¬cesas y al sostén de las nacionales y partidas guerrilleras; sin embargo, su tejido industrial perduró y lograría prosperar en poco tiempo, de manera que a mediados del siglo XIX, aún se destacaba en el apartado de “industria” del Diccionario de Madoz, al decir de éstas que “Hay muchas fábricas de curtidos, muy apreciados en el país, y las primeras que se conocieron en Andalucía” (Provincia de Cádiz, 1987, p. 54). De otra parte, la situación de “banca rota” en el Ayuntamiento de Ar¬cos no tardaría en producirse después de la retirada de las tropas francesas, como también se conoció en otros muchos municipios y del conjunto de la nación. Así en las cuentas del Reglamento de Propios y Arbitrios de la ciudad de Arcos de la Frontera del año 1814, se anota en el Balance una diferencia negativa de 32.518 reales de vellón. La escasez de medios del Ayuntamiento de 1813 llevará a plantear, entre otros recortes de gastos, la supresión de la necesaria “Partida de Escopeteros”, formada por un “Cavo y ocho hombres”, que vigilaban el término municipal desde 1799 y que tan “buenos resultados con respecto a la aprensión de malhechores” , unos 80 entre “Desertores y sospechosos” (AHPCa , Sección Gobierno Civil, Caja 192). La deuda parece convertirse en una constante de la economía arcense donde los ciudadanos deben al Caudal y éste a los acreedores: dos años más tarde D. Agustín María de Murua recla¬mará la deuda que con él tiene contraída el Caudal de Propios por importe de 52.389 reales, lo que representaba la cuarta parte de la suma de los “Valo¬res” de aquel año. A los problemas acuciantes que ya tenía la sociedad y la economía arcense antes de estallar la guerra, a su ya delicada situación, se le sumaba un cuantioso balance de pérdidas en su riqueza agropecuaria y dineraria, mu-chas de ellas de imposible recuperación; ante tanto menoscabo, la población quedó atrapada en la ruina; las dificultades acumuladas al final de esta guerra para que prosperara la actividad económica y se recuperara la población, resultan sólo imaginables, al igual que el esfuerzo que hicieron aquellos ar¬censes y españoles para salir adelante. José Manuel Astillero Ramos.

sábado, 27 de diciembre de 2014

LOS GENERALES BALLESTEROS Y FERRAZ Y EL ATAQUE FRANCÉS A PRADO DEL REY

LOS GENERALES BALLESTEROS Y FERRAZ Y EL ATAQUE FRANCÉS A PRADO DEL REY Luis Javier Guerrero Misa Arqueólogo e Historiador Asociación Papeles de Historia Introducción: la invasión de Andalucía por los franceses El actual municipio de Prado del Rey (Cádiz) fue escenario de varios episodios importantes en el desarrollo de la Guerra de la Independencia (1808-1814) en la comarca serrana. Tras la caída de prácticamente toda Andalucía en manos de las tropas imperiales al mando del mariscal Soult, en el mes de enero de 1810, la Regencia tuvo que refugiarse al amparo de las murallas de Cádiz y de la flota británica. Las tropas francesas del general Víctor sitiaron la ciudad y la aislaron del resto de la actual provincia, aunque parte del Campo de Gibraltar y parte de la Sierra (junto con parte de la Serranía de Ronda) se mantuvieron, en un primer momento, libres de las tropas francesas. La situación era desesperada para la Regencia y los españoles que apoyaban a Fernando VII. Las tropas que el Duque de Alburquerque había logrado salvar en Cádiz estaban, en esos momentos, malnutridas, mal equipadas y mal armadas, por lo que solo se podía aspirar a defender, en la medida de lo posible, los muros de la capital gaditana. Toda la Bahía, Jerez de la Frontera, Arcos, Medina-Sidonia, Villamartín, Zahara, Olvera y Ronda cayeron enseguida, sin oponer resistencia, ante los imperiales. Sin embargo, en muchos pueblos no ocupados, la llegada de tan malas noticias por un lado y la de decenas de soldados “dispersos” (soldados cuyos regimientos habían sido vencidos o se habían disuelto tras las derrotas y volvían a casa de forma espontánea) por otra, fraguaron un sentimiento de lucha ante el invasor que fue, rápidamente, encauzado por militares enviados por la comandancia del Campo de Gibraltar, como el caso del brigadier González Peinado (1), o por civiles más o menos “espontáneos”, como Ortiz de Zárate, alias “El Pastor” (2). En este sentido, la implantación de una guerra de “guerrillas” era prácticamente el único recurso que le quedaba al ejército español, incapaz, en esos momentos, de combatir en campo abierto ante un enemigo notablemente superior La mayoría de los historiadores decimonónicos, con el Conde de Toreno a la cabeza, afirman que fue decisión del Estado Mayor de la Regencia, la de impulsar las revueltas en las zonas de montaña de Huelva y Ronda/Cádiz para así distraer tropas del enemigo y aliviar la presión sobre la asediada ciudad (3). Atacar por el flanco y la propia retaguardia era una opción mucho más válida y más estratégica que la de intentar una salida de las fortalezas de Cádiz para romper el cerco. A ello había que añadir que el Campo de Gibraltar, donde residía aún un importante contingente de tropas españolas, estaba auxiliado permanentemente por el puerto gibraltareño, donde se desembarcaban víveres, provisiones, armamento y tropas desde otras zonas de España, con la notable “ayuda” de los británicos. Sin embargo, otros autores piensan que más que un plan estratégico a medio plazo, la medida fue fruto de la improvisación y de la desesperada situación en la que se encontraban las defensas gaditanas. Desde mi punto de vista, da igual si fue o no una medida “desesperada”, lo importante es que, a la vista de los resultados finales, este plan terminó consiguiendo sus objetivos y los franceses picaron una y otra vez en el anzuelo de atacar el “avispero” serrano. Decenas de veces, Víctor tuvo que restar tropas al cerco para enviarlas al Campo de Gibraltar y a las serranías, mientras Soult, desde Sevilla, se obsesionó con todos los jefes españoles que le desafiaron desde las sierras e igualmente envió, una y otra vez, tropas a la “Línea del Guadalete” (la frontera que se estableció entre tropas imperiales y españolas en base a los castillos medievales de la sierra) y a Ronda (4), distrayéndolas de su objetivo principal, apoyar la conquista de Portugal. Se inició de esta forma un levantamiento en la Serranía de Ronda y Sierra de Cádiz en base a “partidas” de civiles armados y soldados dispersos, que, progresivamente, se fue militarizando y, con el tiempo, se integrarían por completo en el 4º Ejército español, con sede en el Campo de Gibraltar. Estas fuerzas irregulares fueron inicialmente dirigidas por el Jefe de Escuadra (vicealmirante) José Serrano Valdenebro (5) y entre sus principales logros estuvo la toma de Ronda durante un breve periodo de tiempo, la resistencia en amplias comarcas que quedaron más o menos libres y el acoso continuo al ejército francés durante casi dos largos años. Esos dos años también fueron muy duros para los pueblos serranos pues prácticamente todos fueron asaltados, saqueados e incendiados, en mayor o menor medida, como castigo por su rebeldía, si bien en algunos de ellos como Montellano, Algodonales, Grazalema, Villaluenga o Ubrique, el castigo fue terrible... El general Ballesteros entra en acción A finales de agosto de 1811, llegó a Algeciras el nuevo comandante del Campo de Gibraltar y de las Sierras, el teniente general Francisco Ballesteros, sustituyendo al general Begines de los Ríos, que había tenido una más que discutida actuación durante su mandato y había ocasionado, además, la renuncia de Serrano Valdenebro. Ballesteros, maño de nacimiento, era un hombre de fuerte carácter, muy resolutivo, y sus dotes de mando, habilidad e intuición en el campo de batalla le hacían merecedor de la plena confianza del Estado Mayor de la Regencia. Llevaba tras de sí una larga estela de combates desde 1808 (sobre todo en Asturias y Norte de España) y había sido comandante del distrito del condado de Niebla y sur de Extremadura. Además, había combatido en la Batalla de La Albuera, donde se distinguió por su valor (6). No obstante, Ballesteros fue una figura muy polémica, a sus indudables dotes militares anteponía, en ocasiones, aspiraciones personales no muy claras y a su labor en pos de la liberación de la nación del dominio francés en los campos de batalla, contrapuso su mando autoritario y casi dictatorial allí donde pudo ejercerlo, como en Granada a finales de 1812. Sus ideas sobre cómo hacer la guerra le habían costado más de una reprimenda, pero aun así, las mantuvo contra viento y marea. Su estrategia de guerra de movimientos continuos, de golpes de oportunidad contra el enemigo y retiradas apresuradas para evitar su respuesta, dio unos resultados magníficos y llegó a obsesionar de tal forma a Soult que ocasionó que los franceses perdieran el control total de la situación en Andalucía Occidental y que sus tropas quedaran “empantanadas” en el piedemonte de las sierras, sin poder ayudar al cerco de Cádiz o a los ataques a Portugal. Sin embargo, su fulgurante trayectoria como general se vio ensombrecida al rechazar de plano el sometimiento a la jefatura que las propias Cortes de Cádiz otorgaron al Duque de Wellington como Jefe de todos los Ejércitos Peninsulares y su fuerte oposición, que rayó en el motín, le costó su cese el 1 de noviembre de 1812 y el exilio a Ceuta (7) Pero comentemos, de forma resumida, las principales actuaciones de Ballesteros y su ejército en nuestra comarca. Como hemos dicho, Ballesteros, desembarca en Algeciras el 4 de septiembre junto con dos divisiones (la 2ª y 3ª), que se sumarían a la 1ª División que ya había formado Begines en los meses anteriores, lo que suponía una importante fuerza militar y una seria amenaza para los franceses. Gran parte de los regimientos recién llegados eran soldados asturianos que habían combatido con él desde el principio de la guerra, como los Regimientos de Cangas de Tineo, Lena, Castropol o Pravia, aunque también había unidades aragonesas, catalanas y andaluzas. Entre los planes de Ballesteros estaba la misión de recuperar Ronda y Málaga, la de cortar las vías de comunicaciones entre Sevilla y Ronda, amenazando a Soult y, a nivel organizativo, la de militarizar definitivamente a todas las partidas de la serranía, convirtiéndolas en fuerzas regulares, terminando con la rivalidad de mandos (en primera instancia entre González Peinado y “El Pastor”, hasta que éste fue encarcelado y luego entre Begines de los Ríos y Serrano Valdenebro, algo que siempre restó eficacia a las acciones bélicas contra los invasores). Los franceses, ante la llegada de Ballesteros y la formación del Ejército del Campo de Gibraltar (el 4º Ejército en la nueva organización militar española), con una fuerza ya de tres divisiones, planificaron una nueva ofensiva sobre la Sierra, y el día 12 septiembre de 1811, enviaron un fuerte contingente al mando de los generales Rignoux y Cassagne. Atacaron Yunquera y derrotaron a las partidas allí reunidas en un feroz combate en el que los franceses afirman que acabaron con más de 400 guerrilleros, algo que no está comprobado en las fuentes españolas, aunque sí el saqueo del pueblo (8). Tras esto se aproximaron a Igualeja, aunque sus vecinos la habían abandonado, por lo que el día 16 se encaminaron hacia Benaoján y Montejaque, que fueron de nuevo saqueadas, y siguieron hasta Cortes, donde superaron la defensa liderada por Juan Peralta. Desde allí se dirigieron a Ubrique, que también había sido abandonada por sus habitantes, ya que Rignoux y Cassagne esperaban encontrar allí a Ballesteros, aunque éste también había abandonado la población el día anterior, retirándose hasta Jimena. De camino, Benaocaz fue saqueada (9). Durante los meses siguientes, los franceses intentaron una y otra vez detener los movimientos ofensivos del ejército de Ballesteros que emprendió una táctica de guerra de rápidos movimientos que consiguió desbaratar todos los planes de apresarlo. Es más, consiguió asestar duros golpes al orgullo francés, al derrotar al general Rignoux en las Peñas de Juana Sánchez (Jimena de la Frontera), acción en la que los franceses pierden muchos hombres, algunas fuentes dicen que hasta 600, entre ellos el coronel al mando del 4º Regimiento de Polacos (10). En este estado de cosas, el mariscal Soult, inquieto por los movimientos de Wellington en Portugal y Extremadura, tenía claro que debía antes acabar con la insurrección de la sierra y el Campo de Gibraltar, para poder empeñarse en Extremadura sin ataduras a su espalda y para ello ideó un plan de operaciones con tres objetivos básicos. Primero había que acabar con la insumisión de la sierra, luego destruir o expulsar al ejército de Ballesteros y, en tercer lugar, conquistar los puertos de Algeciras y Tarifa para poder asegurar la vía marítima con el Mediterráneo. De nuevo se intentó una maniobra en tenaza, en la que las tropas del gobernador de Málaga, el general Maransin, el “incendiario” de Algodonales, avanzarían hasta Campillos por el interior y hasta Coín por la costa, mientras las tropas de Victor, al mando del general Godinot, atacarían por tres direcciones, desde la Línea del Guadalete, desde Chiclana y desde Antequera. En total no menos de 8.000 soldados franceses se movilizaron para atacar a Ballesteros. Sin embargo, iniciado el avance el 10 de octubre, Ballesteros se dio cuenta de la maniobra y se retiró apresuradamente hasta San Roque, dejando de nuevo como defensa de la sierra a algunas partidas aún no integradas. Godinot atraviesa la sierra por El Bosque y Ubrique, siendo hostigado permanentemente por partidas de serranos, pero logra llegar a Jimena el día 12, tras enfrentarse a una compañía del Regimiento de Escopeteros de Getares que defendió el paso de Ubrique con viveza y que tenía la misión de retrasar todo lo posible a los franceses. Al día siguiente llega a Gaucín el general Barrois, tras haber tenido que asaltar en feroz lucha el pueblo de Yunquera. Por el flanco occidental la columna de Semelé consigue llegar a Castellar y se encuentra que el castillo está bien defendido por los españoles, por lo que, para no perder tiempo, deja allí un destacamento cercándolo y sigue hacia el Campo de Gibraltar. Las tres columnas francesas convergen en las inmediaciones de San Roque el mismo día 13 y al avanzar sobre la línea española de vanguardia, ésta se retira y se pone al amparo de Gibraltar, fortaleza inexpugnable en aquellos momentos, entrando Ballesteros en el Peñón el día 14 de Octubre. La artillería de la Roca y de los buques ingleses fondeados allí hacía que las posiciones de Ballesteros (en la llamada Torre del Diablo) fueran muy difíciles de asaltar y se convirtieron un obstáculo infranqueable para los franceses en aquel momento, carentes de artillería en esta expedición. Godinot sopesa la situación y se detiene. El día 14 es informado del desembarco en Tarifa de la división española del general Copons, procedente de Cataluña, con un total de 3200 hombres y 210 caballos, incluyendo batallones de ingenieros y de artillería, a los que se habían sumado 1.200 ingleses al mando de Skerret. Por si fuera poco, las partidas serranas habían seguido hostigando su retaguardia y su línea de suministros y el propio Semelé tuvo un grave tropiezo en Ojén, donde en una escaramuza pierde sus carros de víveres y unos 300 bueyes, quedándose sin avituallamiento para la tropa. Soult, viendo que los objetivos marcados en su plan de ataque ya no podían conseguirse, ordena la retirada a la Línea del Guadalete por el norte, Manilva por el Este y Vejer/Alcalá de los Gazules por el Oeste. Barrois vuelve a Málaga. Godinot es llamado a consulta por Soult y, en Sevilla, éste le reprende su actitud ante Ballesteros, al que el mariscal francés considera poco más que un “brigand” (bandolero). La respuesta de Godinot diciéndole que Ballesteros era un militar muy capaz de vencer a un mariscal de Francia, enfurece a Solult y le arresta en sus aposentos. El general, al parecer propenso a las depresiones, termina suicidándose el 27 de octubre (11). Ataque por sorpresa a Bornos Esta retirada le sirve a Ballesteros, siempre hábil e ingenioso, para, de forma sigilosa y con gran rapidez, acercarse el 5 de noviembre hasta Prado del Rey y, tras comprobar la situación del enemigo, atacar por sorpresa el cuartel general francés en Bornos (ahora al mando del general Semelé tras el suicidio de Godinet). Cuenta con una fuerza de unos 3.000 efectivos, mientras que los franceses acantonados eran unos 2.000 aproximadamente (12). Ballesteros aprovecha el cambio de guardia del amanecer para capturar a los centinelas e internarse por varios puntos del pueblo. Una vez dada la alarma, Semelé reacciona rápidamente y ataca con uno de los batallones de infantería ligera uno de los regimientos españoles (el Cataluña) en una de las entradas de Bornos, ocasionándole bastantes bajas (diez muertos y 35 heridos), mientras ordena al resto de su tropa que se repliegue. Ballesteros logra concentrar sus tropas y acorralar a los franceses. Finalmente, se captura a toda la artillería, el equipaje del general y su séquito y a más de cien soldados franceses, quedando muertos o heridos decenas de ellos en las calles del pueblo. Semelé consigue retirarse en dirección Espera y de allí se dirige camino de Morón a través de Montellano. Por su parte, Ballesteros decide no perseguirlo y se desplaza a Villamartín, donde requisa víveres y pertrechos y, además, ordena al ayuntamiento que haga una leva de soldados, incluyendo a todos los solteros y viudos mayores de 16 años hasta los 40 sin excepción, así como todos los dispersos y desertores presentes en el pueblo. El día 9 se presentan en Prado del Rey 73 alistados, de ellos 11 dispersos, a los que se unirán otros 9 hombres más en los días siguientes en el cuartel de Ubrique (13). Los franceses se recuperaron rápidamente de su derrota y el día 11 ocupan de nuevo Bornos, por lo que el general Semelé entró en Villamartín con un fuerte contingente que incluía su estado mayor y los regimientos de infantería de Línea 6º, 10º, 12º, 20º y 51º, así como una brigada de caballería compuesta por el 2º de Dragones y el 5º de Cazadores (14). Por su parte, Ballesteros, con una fuerza de unos 10.000 efectivos cruza de nuevo el Guadalete y el 15 de noviembre llega a Utrera, a unos 30 kilómetros de Sevilla. Soult, amenazado, ordena que se les corte la retirada a los españoles enviando a Semelé a Montellano y Puerto Serrano y a la caballería de Bonnemains y Konopka a Villamartín. También se ordena al general Leval, con casi 6.000 efectivos, que avance desde el Levante y se dirija al Campo de Gibraltar. Esta finta a la espalda de Ballesteros, surge efecto y los españoles se ven obligados a retirarse hacia el Guadalete antes de que se cierre el copo francés. Durante el mes de diciembre, a las fuerzas de Leval se le sumaron 3.000 efectivos más de los regimientos que sitiaban Cádiz y otros 4.000 por parte de las tropas de Barrois procedentes de la costa malagueña. Se decidió entonces, tomar Tarifa, a donde los franceses llegaron el 19 de diciembre, después de dejar algunas fuerzas vigilando a Ballesteros en Gibraltar. Durante varios días hubo escaramuzas entre sitiadores y sitiados, pero el día 28 se adelantaron hasta unos 100 metros de las murallas e instalaron las piezas artilleras. Al día siguiente una batería de 6 cañones y tres obuses abrió fuego contra las defensas anglo-españolas. Esa misma tarde había quedado derruido un torreón y se abrió una gran brecha en la muralla. En la mañana del día 31 de diciembre de 1811, 23 compañías francesas al mando del general Chassereaux, iniciaron el asalto por la gran brecha de la muralla, pero la dificultad de acceder al interior de la ciudad, debido a un fuerte escarpe interior, y ante el nutrido fuego de los defensores, fundamentalmente hecho, en aquel sector, por los regimientos Irlanda y Cantabria, los franceses se vieron obligados a retirarse, dejando atrás más de 500 muertos y heridos, entre ellos unos diez oficiales. Los aliados pierden 5 oficiales y 31 soldados (15). Tras un armisticio para recoger a los heridos, algo en lo que participaron también los españoles, comienza a diluviar sobre el campo de batalla que queda impracticable. Al fin, el 5 de enero de 1812, Leval, ante la imposibilidad de continuar con el ataque y dado que el cerco quedaba libre por el mar, decide levantar el sitio y se retiró a Vejer y Medina. En total, las tropas francesas habían perdido unos 2.500 hombres, entre muertos, heridos, enfermos, prisioneros y desaparecidos, así como toda su artillería y gran parte de su impedimenta. El total de bajas de los aliados fue de unas 100 y Tarifa nunca fue tomada. El ataque a Prado del Rey A principios de 1812, Ballesteros ya utiliza frecuentemente la localidad de “Las Poblaciones de Prado del Rey” como cuartel general avanzado, puesto que desde allí puede vigilar y acechar a toda la Línea del Guadalete. Lógicamente, Ballesteros fiel a su dinámica estrategia, solo quería realizar asaltos por sorpresa y maniobras que desconcertaran al enemigo, pero, a veces, era él mismo el sorprendido. No podía, además, realizar ataques en campo abierto porque no disponía de caballería suficiente, ni de artillería apropiada. La accesibilidad a Las Poblaciones desde el camino de la ermita de Ntra. Sra de Las Montañas, o lo que es lo mismo, desde Villamartín, era una desventaja evidente también. Como los franceses iniciaron definitivamente la fortificación de la zona alta de Villamartín (Plaza, Iglesia y cerro de Torrevieja, junto a las calles colindantes, fundamentalmente), en los que incluso a partir del 28 de enero se contrata personal civil del pueblo, que además, se ve obligado a proporcionar materiales de construcción, según documentos conservados en el Archivo Histórico de Villamartín (16), Ballesteros decide atacar las obras. Sin embargo, necesita antes que queden desguarnecidas, por lo que idea una maniobra de diversión para atraer al mayor número de tropas francesas posibles. Para ello simula hacer un avance hacia Ronda a través de la sierra y, en un principio, los franceses pican el anzuelo. El general de división Nicolas François Conroux (Barón de Pépinville), estacionado en Villamartín, sale en su persecución con unos 1.000 soldados y 150 caballos a través del camino de Antequera. Sin embargo, a la altura casi de Olvera es informado que la columna de Ballesteros, situada ya en Atajate, ha regresado en dirección Sierra de Cádiz y se dirige hacia la propia Villamartín por Ubrique y El Bosque, con evidente intención de tomar el pueblo que ha quedado con las reservas francesas. Conroux da la vuelta rápidamente y se dirige hacia Villamartín para intentar coger a los españoles antes de que éstos lleguen a las Poblaciones y se hagan fuertes en las alturas, aunque un fuerte aguacero impide que ambos ejércitos puedan maniobrar con rapidez y eficacia. Por un lado, Ballesteros decide hacer un alto el 31 de enero en Ubrique y Benaocaz para descansar la tropa y recoger a los rezagados, mientras que Conroux llega a Villamartín ese mismo día, lo que deshace el plan de Ballesteros. El general francés decide, entonces, acabar de una vez por todas con la amenaza que representa el general español (17). Al día siguiente envía un destacamento de reconocimiento hasta las inmediaciones de Prado del Rey, donde descubre que ya está apostado allí el Batallón de Barbastro, al mando del Comandante Manuel Héctor, junto con el Cuartel General de Ballesteros con el general Ferraz a la cabeza. Ese mismo día, llegan los batallones de los regimientos 1º de Cataluña, el Provisional de la Costa y el de Cangas de Tineo, quedando el resto en El Bosque. En total la fuerza española en Prado del Rey era de unos 1.400 efectivos, aunque mi opinión es que los franceses no sabían el número concreto de soldados españoles. En esos críticos momentos y puesto que Ballesteros se encuentra en Ubrique, el mando de la defensa sobre el terreno recae en el general Francisco Javier Ferraz y Cornel, jefe interino del Estado Mayor del 4º Ejército. Ferraz, era aragonés como Ballesteros y se había distinguido en los sitios de Zaragoza, de donde había escapado con importantes documentos para la Junta Central en Sevilla. Luchó, junto a Ballesteros, en el norte de Huelva y Badajoz y había pasado con él al Campo de Gibraltar, participando en la defensa de Tarifa. En el Archivo Histórico Nacional se conservan dos documentos relativos a este ataque, si bien agrupados en la misma carpetilla El primero, firmado por el propio Ballesteros, aunque da detalles de la situación, se extiende más en argumentar sus objetivos y luego se dedica a elogiar el comportamiento de sus soldados (y de paso el suyo propio...), puesto que él no participó de forma directa en el combate, mientras que el segundo, más concreto, lo firma Ferraz que precisa los movimientos de sus tropas e incluso da un cuadro/resumen de bajas por unidades y escalas al final del mismo (18). Ballesteros comienza su informe justificando su plan de ataque por el inicio de las obras de fortificación de Villamartín y explica su ardid para engañar a Conroux y su peripecia de vuelta a Ubrique y Benaocaz, para destacar que la sorpresa de la vanguardia española se debió a que había sido “la noche más tenebrosa”, pues una nueva tormenta parece que ayudó a que las tropas francesas no fueran descubiertas por los vigías españoles hasta que ya fue demasiado tarde. Por su parte, Ferraz calcula que en esos momentos la fuerza enemiga destacada y “fortificada” en Villamartín ascendía a unos 4.000 hombres junto con 6 piezas de artillería. El día 2 de Febrero, antes del amanecer, los franceses que se habían acercado con total sigilo y amparados en la tormenta y oscuridad de la noche, atacaron Prado del Rey con 2000 infantes “escogidos y sin mochilas” y 150 de caballería al mando del general de división Conroux y del general de brigada Meunier (19). Según Ferraz el ataque lo encabezaron 6 compañías de granaderos y cazadores de los Regimientos de Línea 9º y 96º. Sin embargo, hemos podido comprobar que el 9º de Línea no estaba en esos momentos desplegado en España, por lo que es más probable que Ferraz se refiriera al 9º de Infantería Ligera, que si estaba en la zona acantonado en la comarca y de hecho participó unos meses después en la Batalla del Guadalete en Bornos, donde también estuvo el 96º de Línea (20). El texto dice: “El ataque fue brusco y general en todos nuestros puntos avanzados que fueron arrollados y tomado el pueblo en pocos minutos”. Según el parte en esta vanguardia española habría una compañía de “gastadores” (zapadores), que se llevó la peor parte. Al igual que Ballesteros, Ferraz justifica que la vanguardia española, formada por el batallón de Barbastro y éstos zapadores, fuera arrollada explicando que además del “ímpetu” del ataque francés y la “lobreguedad” de la noche, se abatió sobre el pueblo un temporal “horroroso”. Sin embargo, al amanecer, de forma inesperada para los franceses, se unieron a la lucha los batallones asturianos, catalanes y el Provisional de la Costa que contuvieron al enemigo, mientras que Ferraz logró flanquearlos por la izquierda con el de Barbastro. Esta contundente acción logró expulsar a los franceses que “perdieron el pueblo con la misma rapidez con la que lo habían tomado”. Es muy posible que Conroux no esperara que estuvieran ya en Prado del Rey gran parte de las fuerzas de Ballesteros y no les dio, literalmente, tiempo a nada, ni siquiera a afianzar sus posiciones recién tomadas. El hecho, resaltado por Ferraz, de que no llevaran “mochilas”, es decir provisiones y municiones de repuesto, se explicaría porque no esperaban tan fuerte respuesta. Los franceses se precipitaron en retirada y los españoles los persiguieron durante más de una legua (unos 4 kilómetros), seguramente hasta la zona de la Hacienda del Rosalejo, en el reborde ya de los Llanos pues más abajo, a campo abierto, podrían haberse reagrupado y ser reforzados desde Villamartín. Los franceses tuvieron 10 muertos, 30 heridos y algunos prisioneros, entre ellos un edecán del general Conroux. Las bajas españoles, listadas en el documento al final del parte, como hemos dicho, en un cuadro por batallones y clases, ascendieron a 3 muertos, de ellos un oficial herido previamente llamado Pedro Navarro, del Batallón Provisional de la Costa (que es citado tanto en el parte de Ballesteros como en el de Ferraz) y dos soldados (uno del 1º de Cataluña y otro del destacamento de gastadores/zapadores), 19 heridos y 5 prisioneros (21). La acción fue informada a las Cortes de Cádiz, reunidas en sesión secreta, el día 8 de Febrero, si bien, Ballesteros, tal y como informó el periódico El Conciso, había remitido el informe al gobernador de Algeciras el día 5 de febrero (22). Curiosamente, el parte al Estado Mayor de la Regencia lo firma Ballesteros en el cuartel general de “La Población del Prado del Rey” el mismo día 2 de febrero, mientras que el de Ferraz se firma en Ubrique el día 4. La versión francesa de este combate la conocemos muy de pasada, ya que solo hemos podido encontrar una breve referencia realizada en una carta del mariscal Soult al mariscal Berthier, recogida por el historiador militar Grasset (23). En ella Soult alardea de que se encuentra en Chiclana, delante de Cádiz, y que ha reforzado la Línea del Guadalete con un imponente fuerte en Villamartín, cuyo objetivo es impedir que las fuerzas españolas puedan tener una salida hacia el interior de Andalucía y, por tanto, se queden encerradas en la Sierra de Ronda. De paso, le explica que Ballesteros con 8.000 hombres (sic) se había presentado en Ubrique, El Bosque y Las Poblaciones, pero que los generales Conroux y Meunier, con tan “solo” unas compañías de “voltiguers” (tiradores) habían desbaratado el ataque de las vanguardias españolas en Las Poblaciones, las habían hecho huir y, además, les habían apresado 25 hombres. Lo cual hizo que Ballesteros tuviera que abandonar su objetivo de atacar Villamartín Lo cierto es que Ballesteros siguió campando por las sierras de Cádiz y Ronda y que, en los meses siguientes, siguió acosando a las tropas francesas y que tan sólo quince días después de la acción de Prado del Rey, derrotó al general Maransin, por entonces gobernador de Málaga, en Cártama, donde incluso éste cayó herido y estuvo a punto de ser hecho prisionero. Luis Javier Guerrero Misa Artículo: “Los generales Ballesteros y Ferraz y el ataque francés a Prado del Rey” NOTAS (1).- González Peinado, Francisco: Manifiesto que hace a la nación el brigadier D. Francisco González Peinado…: Por el qual hace ver la conducta que ha observado desde el principio de nuestra gloriosa revolución, y particularmente desde que entró a servir su encargo en el Supremo Congreso Nacional… descubriendo el origen de los procedimientos con que se ha atacado la inviolabilidad de su carácter, y comprometido su honor y su opinión publica”. Cádiz, Imprenta de Vicente Lema, 1811. (2).- ORTIZ DE ZÁRATE, Andrés: Presentación que Don Andrés Ortiz de Zárate, conocido por el Pastor en la Serranía de Ronda, hace al Soberano Congreso Nacional reunidos en Cortes Extraordinarias, con motivo de la causa que se le fulmino, y ha sido sustanciada, y determinada en su favor por la Real Audiencia Territorial residente en esta plaza. Cádiz, Imprenta de la Viuda de Comes, 1811 y ORTIZ DE ZÁRATE, Andrés: La mas justa vindicacion que presenta a sus compatriotas don Andres Ortiz de Zarate, conocido por el pastor en la Serrania de Ronda ... con motivo de los atroces delitos que le atribuye ... D. Francisco Gonzalez Peynado ... : con otras cosas que ilustran al público. Algeciras, Juan Bautista Contilló y Conti, 1812. (3).- CONDE DE TORENO: Historia del levantamiento, guerra y revolución de España. Tomo III. Madrid, Imprenta de don Tomás Jordán, 1835. Véase nueva edición a cargo de J. M. Martínez Valdueza de la Editorial Akron. Madrid en 2008-09. (4).- GUERRERO MISA, L.J; SÍGLER SILVERA, F.; MORALES BENÍTEZ, A.; ROMÁN ROMÁN, J.; CASTRO RODRÍGUEZ, M.J.; PALOMARES BELTRÁN, H.: Estudios sobre la Guerra de la Independencia española en la Sierra de Cádiz. Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. Dirección General de Administración Local, Sevilla, 2012. (5).- GUTIÉRREZ TÉLLEZ, Diego: Biografía de D. José Serrano Valdenebro. Jefe de Escuadra de la Armada Española (1743-1814). Cortes de la Frontera (Málaga), 2008. (6).- GUERRERO MISA, L.J. : El marco bélico: Desarrollo de las operaciones militares en la Sierra de Cádiz durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), en GUERRERO MISA, L.J; SÍGLER SILVERA, F.; MORALES BENÍTEZ, A.; ROMÁN ROMÁN, J.; CASTRO RODRÍGUEZ, M.J.; PALOMARES BELTRÁN, H.: Estudios sobre la Guerra de la Independencia española en la Sierra de Cádiz. Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. Dirección General de Administración Local, Sevilla, 2012. Páginas 102 y ss. (7).- GUERRERO MISA, L.J. op. Cit. Pag. 129. (8).- GUERRERO MISA, L.J. op. Cit. Pag. 103. (9).- SÍGLER SILVERA, F.: Política y conflicto armado en la Guerra de la Independencia en Ubrique y Benaoca, en GUERRERO MISA, L.J; SÍGLER SILVERA, F.; MORALES BENÍTEZ, A.; ROMÁN ROMÁN, J.; CASTRO RODRÍGUEZ, M.J.; PALOMARES BELTRÁN, H.: Estudios sobre la Guerra de la Independencia española en la Sierra de Cádiz. Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. Dirección General de Administración Local, Sevilla, 2012. Páginas 218 y ss. (10).- GUERRERO MISA, L.J. op. Cit. Pag. 104. (11).- GUERRERO MISA, L.J. op. Cit. Pag. 106. (12).- VIDAL DELGADO, Rafael: Jimena y el Campo de Gibraltar en la Guerra de la Independencia. Conferencia impartida en Jimena de la Frontera el 26/3/2004, pág. 59. En www.belt.es. (13).- ROMERO ROMERO, Fernando: Guerra de la Independencia: Villamartín, 1808-1813. Villamartín, Ayuntamiento, 1999. Página 87. (14).- ROMERO ROMERO, Fernando: Guerra de la Independencia..., op. cit., pág. 88 (15).- GUERRERO MISA, L.J. op. Cit. Pag. 109 (16).- ROMERO ROMERO, Fernando: Guerra de la Independencia..., op. cit., pág. 89 cita el Legajo nº 98 de 1812, documento nº 15 del AHV. (17).- GUERRERO MISA, L.J. op. Cit. Pags 109-111. (18).- AHN. DIVERSOS-COLECCIONES, 82, N.17. Partes dados por el General Ballesteros y el General Ferraz sobre acciones sostenidas por sus tropas en el mes de Febrero de 1812 (19).- En mi capítulo del libro ya citado, por error de trascripción, se dice “general de brigada Simmer”, siendo lo correcto “general de brigada Meunier”. Igualmente en el periódico El Conciso, de fecha 8 de febrero de 1812, se adjunta una copia de un parte del teniente general Ballesteros en el que se afirma que éste general de brigada se apellida “Musnier”. No obstante no he encontrado en la tabla de generales franceses a ningún Meunier, aunque sí un general de brigada llamado Mourier y otro Munnier. (20).- MARTINIEN, Aristide. Tableaux par corps et par batailles des officiers tués et blessés pendant les guerres de l´empire (1805-1815). París, Éditeur Militaire, Henri Charles-Lavauzelle, 1899 (21).- AHN. DIVERSOS-COLECCIONES, 82, N.17. Partes dados por el General Ballesteros... veáse el listado adjunto al final del parte de Ferraz. (22).- El Conciso. Edición del 8-02-1812. Cádiz. Imprenta de D. Manuel Ximenez Carreño. Pág. 4. (23).- GRASSET, Alphonse-Louis: Malaga, province française (1811-1812). Avec cartes et croquis horts texte. Paris, Herni Charles-Lavauzelle [1910], pág 409.